jueves, 25 de junio de 2009

La derecha, algunas estrategias electorales y lo que está en juego

La derecha, algunas estrategias electorales y lo que está en juego
23-06-2009 / DESPOLITIZACIÓN Y CAMPAÑA ELECTORAL
EL ARGENTINO
Por: Ricardo Forster

Mientras algunos medios de comunicación repiten una y otra vez el carácter anodino y hasta pueril de la campaña electoral buscando, quizás, aportar un nuevo granito de arena a la despolitización de la sociedad, lo que vemos emerger de un modo algo imprevisto es, por el contrario, la más fuerte evidencia de lo que podríamos denominar el “inconsciente ideológico” de nuestras derechas; un inconsciente que logra, como en el caso de Alfredo De Angeli, sortear cualquier represión del súper yo para lanzar a boca de jarro sus exabruptos reaccionarios enmarcados en su habla “campestre”, directa y sin sutilezas, como supuestamente le gusta a la gente.
Pero también lo siguen Hugo Biolcati y Mauricio Macri cuando, el primero, afirma que el 29 deberíamos tener otro gobierno y cuando, el segundo, regresa sin escalas a la década neoliberal de los ’90 reivindicando la reprivatización de Aerolíneas Argentinas.
A estas perlas de la derecha argentina (¿vale en estos tiempos pos posmodernos utilizar categorías que habían sido abandonadas como inactuales?; ¿vale regresar sobre lo que hoy, como ayer, significa ser de derecha?; ¿nos permite, el amigo lector, utilizar estos giros anacrónicos?) hay que agregarle el apoyo que las declaraciones de Macri recibieron de su socio Francisco de Narváez (ambos unidos por su condición de herederos que se dedican a gastar la plata de los papis jugando a ser políticos exitosos y a trasladar a la vida pública sus caprichos de adolescentes ricos e impunes) y, como no podía faltar, de Gabriela Michetti, que dobló la apuesta de su jefe y exigió la reprivatización del sistema jubilatorio.
Extrañas circunstancias las actuales que nos muestran a una derecha que no esconde sus ambiciones y que coloca en el centro de la escena su visión de la sociedad, visión que va desde el regreso a la lógica privatizadora vinculada con el desguace del Estado con la creación de dispositivos de vigilancia y represión articulados a partir de la construcción de una política del miedo.
Todo cabe dentro del cajón de sastre de la derecha vernácula: el regreso a la política brava de los conservadores de principios del siglo XX que llevaban a votar a sus peones como quien lleva el ganado al abrevadero; el retorno sin pudores de lo peor del neoliberalismo noventista junto con las lógicas de “mano dura” y mapas de la seguridad que no son otra cosa que diseños para la construcción de guetos y de muros que pongan fuera de la visibilidad a los excluidos y a los pobres.
De Angeli dice brutalmente lo que piensa, pero no dicen públicamente los Macri y los De Narváez; Biolcati expresa su lógica destituyente de un modo que silencian los otros actores políticos de la derecha. Pienso en Lilita Carrió y en sus continuos anuncios apocalípticos que la han llevado a utilizar discrecional e impunemente palabras y conceptos como fascismo, totalitarismo, hitlerismo, etcétera, para referirse a Néstor Kirchner o al Gobierno nacional democráticamente elegido por la mayoría del pueblo argentino.
Allí también se anida un pensamiento y una práctica de derecha: un denuncismo vacío que se apropia de la memoria histórica, en especial de aquella que nos recuerda los horrores reales de otros tiempos, para rapiñarlos de su sentido y del dolor de las víctimas colocándolos en la actualidad al precio de su absoluta deshistorización).
Saliendo del redil de la derecha (insisto, y sabrá perdonarme el lector, en la utilización de categorías políticas anacrónicas según los analistas formados en los lenguajes de la encuestadología, la publicidad y el marketing) es interesante detenerse en un cierto aspecto del debate televisivo del miércoles pasado, debate del que participaron los cuatro candidatos mejor posicionados de la Ciudad de Buenos Aires.
No sorprendió la nada conceptual de Gabriela Michetti, su juego gestual que reemplaza lo que las palabras y las ideas no dicen; tampoco el esfuerzo inútil de Prat Gay por disimular su aspecto de yuppy de la banca Morgan y de concheto porteño que habla de los pobres como quien habla de cosas y objetos.
Sí sorprendió la estrategia que eligió Fernando Pino Solanas para acrecentar sus chances electorales: eligió descargar todas sus baterías contra Carlos Heller como representante del Gobierno nacional y como candidato del kirchnerismo.
Pino fue brutal e inmisericorde, nunca mencionó a la derecha, nunca se detuvo a criticar al macrismo y a su gestión en la Ciudad (apenas y, casi en tono de burla, le recordó a Michetti que todavía estaban habilitados 52 prostíbulos, en un gesto que no se entendió muy bien si respondía a una crítica por la explotación de mujeres o un recurso moralista).
Su estrategia fue horadar al Gobierno silenciando incluso aquellas políticas que en otras ocasiones ha reivindicado; para Pino, como para Claudio Lozano, la derecha no parece existir a la hora de elegir su estrategia electoral y de imaginar que ellos serán los herederos de una derrota del kirchnerismo desconociendo que la única alternativa de poder real que se prepara para ir por todo –como lo vienen anunciando sin ruborizarse– es esa derecha que permaneció innombrada durante todo el debate por el cineasta-candidato.
¿Sorprende? No demasiado, porque no deberíamos olvidar que durante el debate parlamentario en torno de la resolución 125, Claudio Lozano, compañero político de Solanas, no sólo que votó en contra en su condición de diputado sino que luego hizo lobby para que los senadores de ARI de Tierra del Fuego hicieran lo mismo.
Durante el conflicto con las patronales agropecuarias Proyecto Sur se alineó con los intereses de la derecha bajo el supuesto apoyo a una Federación Agraria que ya se había pasado con armas y bagajes del lado de la Sociedad Rural.
Interesantes son las cosas que se vienen sucediendo en este último tramo de la campaña; de una campaña electoral que, lejos de no aportar elementos significativos, nos ofrece la posibilidad de vislumbrar dónde se coloca cada quien y qué proyectos se defienden.
Por eso y por otras cosas, ésta no es una elección más; en ella se juega probablemente el destino de los próximos años en el país; en ella nuevamente se ponen de manifiesto lo que intentaba clausurar el discurso neoliberal que decretó la muerte de las ideologías junto con el fin de la historia.
Algunas palabras vuelven a resonar, vuelven a tener sentido y el universo complejo de la política logra sustraerse, aunque sea tibiamente, del dominio abrumador de los lenguajes mediáticos y de su transformación en una mera mercancía. Cuando podemos correr por un rato al ejército de publicistas, de encuestadores, de opinólogos y de expertos en marketing, lo que aparece es lo olvidado de la política; en este caso lo que se muestra es la visión que tiene la derecha y de qué modo se prepara para intentar regresar al poder.

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