PARA EL PUEBLO QUE LO MIRA POR TV
por Ignacio Copani
Mi mamá no tiene ni idea de quién es Ricardo Forster.
Carta Abierta para ella es una hoja desplegada con muchas letras o a lo sumo un naipe al descubierto.
No tiene ni idea mi vieja de la existencia de los Planes de Desarrollo Social que se llevan a cabo hace años, como el Plan de Seguridad Alimentaria, el Plan Ahí, el Plan Nacional de Familias o el Plan de Deportes.
Pero sabe que Francisco tiene un Plan.
Mi nietito, que todavía no va al colegio primario, es muy inteligente.... Por lo que le enseñamos en casa, reconoce letras, banderas de países, músicas que no figuran en los rankings, camisetas de equipos de futbol, plantas y animales de la selva.
Por lo que no le enseñamos pero es imposible ocultar, también conoce a Spiderman, a los villanos de los video juegos, canciones de moda, marcas de golosinas y las caras de Macri y de De Narvaez.
Con la misma inocencia que responde a la pregunta, ¿de qué cuadro sos? con un orgulloso ¨de River y de Argentina¨ , si le decís ¨alica¨ te contestará ¨alicate¨.
Entonces, si en la reciente elección no conseguimos los resultados que deseábamos y ha quedado consagrado un personaje que hace unos meses era desconocido... ¿¿¿qué es lo que no logramos de manera eficaz???: COMUNICAR.
Y no fue por falta de ideas o propuestas para comunicar.
No fue por falta de esfuerzo en comunicar.
Como nunca antes, desde el regreso de la democracia, he visto un fervor militante conmovedor. Se ha roto el alma cada compañero comprometido con las ideas del campo popular, para hacer escuchar su grito en las calles, en los actos, en la discusión, en cada barrio, en cada casa y hasta en el espacio virtual con correos, blogs, sitios, etc.
Los candidatos deben estar exhaustos luego del maratón de caminatas, caravanas, manifestaciones, charlas, debates, discursos, saludos y peleas.
Pero no logramos ¨medir¨ en los grandes medios de comunicación. Medios que, por cierto, le deben una gran disculpa al pueblo argentino por las insinuaciones de fraude y además por su inocultable y en muchos casos, obscena parcialidad.
Esos medios reclaman nuestra Autocrítica.
Pues bien, la mayor Autocrítica que debemos hacernos, es que nosotros poseemos herramientas para comunicar (canal de televisión y entes de cultura) y no logramos desde allí transmitir la mínima mística de nuestra ideología ni la mínima información con los formatos adecuados para que mi madre y mi nieto miren desde otros miradores.
Anoche, con el pecho estrujado por la desazón, luego de ver a Néstor Kirchner confirmando el resultado de la votación, puse Canal 7, y estaba... Riverito anunciando el pozo y recontrapozo vacante de la lotería!!!
Esta mañana, en la primer búsqueda de los necesarios abrazos compañeros para intentar arrancar de vuelta, también puse Canal 7.... y había títeres.
Debo reconocer que la función de títeres era más divertida e instructiva que el partido de basquet femenino que transmitían en horario central el día que había cuatrocientos cortes de rutas simultáneos en los tiempos de furia de las patronales rurales.
He sintonizado ese canal en búsqueda de aire fresco cuando en cientos de noches he visto prácticamente en cadena nacional cómo, sin ningún pudor, los programas de periodismo político y su elenco estable de invitados vomitaban su odio al gobierno popular... y no encontré aire fresco, más bien encontré repeticiones de documentales de la gacela acosada por el leopardo o de la vida de los insectos en Oceanía.
Ese aire fresco que pretendo respirar no es con un canal de televisión que sea barrabrava oficialista. Es con un espacio que muestre (todo el tiempo) a nuestros pensadores, a los de hoy, a nuestros mejores dirigentes, periodistas, artistas y comunicadores. Que ponga ideas sobre la mesa, las nuestras y las verdaderas ideas que escondieron los adalides del marketing (y que a veces se les escapan sin querer, como la idea de reprivatizar o de volver al FMI)
Es cierto que hay honrosas excepciones en la programación de la televisión pública. Como es más cierto que con eso no alcanza.
Tenemos los medios, tenemos las herramientas. Porqué no usarlas para comunicar, más aun cuando nos vienen destrozando la honra y las ilusiones.
Porqué no pedir que nuestros entes de cultura nacionales y provinciales se embarren y dejen de ser nichos petiteros, llenos de gente más conmovida por las estéticas elitistas o los lugares comunes de nuestra vapuleada identidad, que por la urgente necesidad de ayudar a moldear un pensamiento libertario, de pueblo, de garra y de fe en el futuro.
En los días de campaña, me han llamado de innumerables entidades. Concurrí a todos los eventos que pude. Con orgullo he subido a grandes escenarios y a improvisadas tarimas a contar y a cantar mi esperanza de vivir en un país mejor.
Nadie me llamó desde la dirección de la Secretaría de Cultura de la Nación ni del Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires. Y no me molesta que no me llamen como cantautor, ellos tendrán sus gustos... Me duele que no me hayan llamado ni de público para concurrir a un concierto que temple más mi aguante, a una muestra que me conmueva con una foto o una pintura que describa el linaje de las luchas populares que heredamos, o a una charla que me ofrezca más conocimiento o a un acto que me entregue argumentos para defender mejor nuestros proyectos o a la inauguración de un espacio cultural frente a un asentamiento o al debut de una orquesta popular integrada por ex pibes de la calle.
En este rubro también y por suerte, hay honrosas excepciones, pero tienen que ver simplemente con el impulso local y la decisión de algún buen funcionario que pueda tener el ente cultural de determinado lugar y no con una política aguerrida a nivel territorial.
Hoy es un día después del resultado no deseado. No estamos derrotados. Y todavía estamos a tiempo de sumar al sacrificio militante, la inteligencia y el coraje para utilizar las herramientas y los medios necesarios que nos ayuden a llegar a nuestro irrenunciable destino de victoria.
Recién entonces mi mamá sabrá que el joven filósofo Ricardo Forster tiene mejores cosas para contarle que Carozo y Narizota.
Ignacio Copani
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